miércoles, 21 de julio de 2010

De Javier Reverte a la viña

Me estoy leyendo el último libro del escritor y viajero Javier Reverte (nada que ver con el de Alatriste) sobre Alaska y Canada. Está basado en un viaje que el escritor hizo siguiendo los rastros de aquellos pioneros del Gold rush (la fiebre del oro), cuando alrededor del año 1880 dejaban todo para internarse en esos paisajes inmensos e inóspitos en busca de un futuro mejor para los suyos y que lamentablemente muchos no sobrevivían. Parece mentira que personas que podían ser nuestros bisabuelos aguantaran tales condiciones inhumanas, de frio, esfuerzo, sufrimiento.... Hoy en día corremos carreras de 10 km. o hacemos el Camino de Santiago y parece que hemos hecho algo, y esta gente cargaba con 50 kg. de peso a través de bosques nevados, cruzando rios como mares y subiendo montañas heladas sin equipo ninguno.
Una de las reflexiones que he tenido acerca del libro es cuando cuenta las historias de mucha gente que se enriqueció alrededor de esa fiebre del oro, de los que montaban negocios como posadas, portes e incluso escaleras hechas a pico y pala en pleno hielo para mejor subir las montañas a costa de los pobres buscadores de oro que en muchos casos no lograban cumplir su propósito. Esto lo he llevado al mundo de la vitivinicultura dado que hoy he visitado a clientes de este sector y es curioso ver como se ha montado un sector alrededor del vino, accesorio pero que mueve mucho dinero y con mucho más margen que el propio del vino.
El de la viña, el agricultor, apenas cobra por su producto para cubrir costes. El de la bodega, aunque maneja más margen, tampoco le llega "la mano al culo" y no son pocos los que comentan (no sé si con la boca pequeña) que venderían su bodega sin dudar y que esto es una ruina. Pero aquellos que han montado los negocios subsidiarios, las revistas especializadas, los afamados críticos (mercenarios que escriben según cobran), los de los cursos de catas, los de la publicidad y marketing, los organizadores de ferias...... son los que no tienen que mirar al cielo todos los días para ver si cae un hielo o un granizo, ni si a la viña le ha dado la ceniza o el mildiu, ni siquiera tener que estar encima de los distribuidores todos los días mandando muestras para ver si se vende el vino... no, esa gente ha creado negocios a base de los que realmente viven una pasión, un sueño, y que como los buscadores de oro se arriesgaron y dieron su vida por lo que querían.

1 comentario:

  1. Hola Jorge: ¡Enhorabuena por el post! Me ha gustado mucho, de verdad. Y me siento bastante identificado. Una bodega necesita 20 años para amortizarse y no todo el mundo tiene pulmón para aguantarlo. El emprendedor del mundo del vino es un soñador que con toda la ilusión del mundo pone su dinero a la intemperie y se expone a todo tipo de vicisitudes.

    Por cierto, mil gracias por el link del otro día. Llevo unas semanas locas por bodega y no he podido contestarte. A ver si nos vemos pronto y te cuento con calma.

    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar