jueves, 2 de septiembre de 2010

Paisajes de footing veraniego

Tenía pendiente escribir algo acerca de las sensaciones que he tenido este verano corriendo por diferentes paisajes de la geografía española. Empezado el verano estuve corriendo en El Retiro, donde lo suelo hacer habitualmente pero que en verano y por la mañana (7 a.m.) apetece mucho más. Huele a rocío y a tierra recién mojada por el personal de jardines que a esas horas ya anda trajinando.
Después estuve corriendo por Asturias, en un pueblo al lado de Mieres en plena Cuenca Minera. Paisaje precioso y agreste que no deja mucho espacio para recorridos llanos y por ello tuve que subir a la Teyerona corriendo una mañana de niebla cerrada y como espectadores unos caballos asturcones que me miraban como diciendo "que leches hace este loco a estas horas y con esas pintas". Impresionante sensación para la vista ir corriendo entre esas nubes asturianas a pesar del desnivel brutal (de los de subir en 1ª).
Durante el mes de julio corrí varias veces en un circuito de 5 km. que me diseñé en mi pueblo (en la mancha conquense). Aquí ya no había nieblas ni rocíos, pero sí ese olor a mies que me encanta y que me lleva a esos veranos juveniles en los que deseabas llegar al pueblo para montar en bici. Especialmente recuerdo una mañana corriendo entre girasoles altaneros y cebadas espigadas mientras el sol empezaba a dar de las suyas, porque allí el sol a las 8 a.m. ya pega y el polvo del camino se te pega a las zapatillas hasta dejarlas blancas.
De ahí nos marchamos a Galicia, a un pueblo de Orense lindando con Portugal, y otra vez a correr y a cambiar de paisajes y olores. Esta vez también cuesta arriba (es lo que tiene el norte) intentando llegar a la frontera portuguesa o bajando al embalse al otro lado de las ruinas romanas de Aquis quequensis. Lo bueno de subir es que siempre tienes unas vistas privilegiadas y que siempre merece la pena. Un día me metí por una PR (pequeña ruta) y a la mitad, cuando ya no había marcha atrás me di cuenta de que no la tenían desbrozada y tuve que luchar contra las zarzas mientras intentaba seguir corriendo. Fué una gran carrera aunque llegué lleno de heridas y cansado de correr por pura selva celta, rodeada de robledales y castros abandonados.

Estos han sido mis paisajes de footing este verano. Ahora he vuelto al Retiro, con olores a vuelta de vacaciones, más frio y menos luz....
Otro día escribiré algo sobre lo que supone correr en plan Murakami, salvando las distancias...